Bryn Mawr Classical Review 2013.12.38
Alan H. Sommerstein, Andrew J. Bayliss, Oath and State in Ancient Greece. Beiträge zur Altertumskunde, Bd 306. Berlin; Boston: De Gruyter, 2013. Pp. ix, 376. ISBN 9783110284386. $112.00.
Reviewed by Viviana Gastaldi, Universidad Nacional del Sur (gastaldi@uns.edu.ar)
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Este libro trata sobre los juramentos en la Grecia arcaica y clásica, considerando que el período arcaico comienza con los textos griegos alfabéticos más antiguos que han sobrevivido (es decir, con los grandes poemas de Homero y Hesíodo, ya que estos son los textos más antiguos que contienen referencias a juramentos) y que el período clásico finaliza con las muertes de Aristóteles, Demóstenes e Hipérides en el año 322 a.C.
En la Introducción, siguiendo la formulación de Richard Janko, Alan Sommerstein define al juramento como el acto de habla por el cual el hablante (el que jura) realiza tres acciones simultáneas: 1) realiza una declaración; 2) el que jura especifica, explícita o implícitamente, un poder o poderes sobrehumanos como testigos de la declaración y garantes de su verdad; 3) el/la que jura lanza una maldición condicional sobre sí mismo/a, que se hará efectiva en caso de que la aserción sea falsa o que la promesa sea violada, sea cual fuere el caso. Sommerstein, seguidamente, aclara el propósito del libro que consiste, esencialmente, en considerar los juramentos que la polis, prescribía que debían prestar, en circunstancias especiales, miembros de su ciudadanía u otros que se relacionaran con ellos, y los juramentos que acompañaban acuerdos realizados entre dos poleis, o entre una polis, y otro tipo de actor político (p.3).
El volumen está estructurado en dos partes: la primera de ellas “Oaths in the Polis” comprende el estudio de los juramentos en la polis y se organiza en siete capítulos; de la misma forma, la segunda, “Oaths and Interstate relations”, analiza, en los capítulos siguientes, los juramentos y las relaciones interestatales.
Andrew Bayliss, en el capítulo 2 de la primera parte “Juramentos y ciudadanía”, analiza el rol y la importancia del juramento en la ciudadanía griega. Tal como señala este autor, el juramento de ciudadanía era el primer juramento significativo que un hombre griego prestaría en su vida, y quizás el único a menos que eligiera ocupar un cargo público. Se detiene en primer lugar en el ritual de la Apaturia, que integraba al infante en la fratría paterna y luego en el demos: el hecho de que el padre estuviera obligado a jurar que el hijo era legítimo en dos ocasiones distintas demuestra que los atenienses valoraban la legitimidad y el grado de confianza que tenía la palabra jurada. Analiza luego el juramento efébico ateniense, ya que según Bayliss es el ejemplo más claro y completo que se tiene de un juramento de ciudadanía del período clásico. En tercer término y con la finalidad de explicitar que la ciudadanía, los juramentos y el servicio militar estaban todavía más ligados en Esparta que en Atenas, el mencionado autor incluye en su análisis al juramento de las bandas juradas espartanas. El capítulo se cierra con una mención a los juramentos de ciudadanía en estados nuevos y la consideración de los juramentos en sinecismos, un juramento bastante parecido al juramento de ciudadanía que debía realizarse cuando dos poleis, separadas se unían, convirtiendo dos cuerpos de ciudadanos en uno.
En el capítulo siguiente “Juramentos de cargos públicos”, Bayliss dedica su atención a este tipo de juramentos, señalando que “a pesar de que falta información sobre muchos juramentos de cargo, podemos afirmar que los juramentos constituían un peldaño importante dentro del mundo político griego, y eran un medio de garantizar que los funcionarios gobernasen de acuerdo a prácticas establecidas” (p.33). El autor explora el juramento real—tomando como ejemplo los juramentos de los reyes espartanos—, los juramentos de altos funcionarios, el juramento de la boule, que debe verse como un juramento “para aconsejar del mejor modo al pueblo ateniense de acuerdo con las leyes”, el de funcionarios menores y finalmente la exomosia, en la que se juraba que no se tenía los medios (financieros o físicos) para cumplir con las funciones del cargo.
En el capítulo 4 “Asambleas”, Sommerstein examina cuidadosamente varias cuestiones: si bien no se requería que los ciudadanos pronunciaran o asintieran a un juramento—es decir a una maldición condicional sobre sí mismos—, sí existía el pronunciamiento oficial de una maldición que recaería sobre aquellos que usaran la ekklesia, para perjudicar a la ciudad. Esta maldición, en forma de plegaria, era leída por el heraldo antes de cada reunión de la ekklesia, para que todos los que hablaran o votaran supieran que podrían sufrir la maldición en caso de cometer alguno de los delitos que esta especificaba. Seguidamente, en el capítulo 5 “La esfera judicial”, Sommerstein se detiene en el modo de resolución de las disputas. Los juramentos, impuestos o voluntarios, se usaban para garantizar la veracidad y honestidad de las partes en disputa, sus testigos, y de aquellos que los juzgaban. Parte en su estudio de las escenas más destacadas de laudo de la Ilíada homérica, luego examina las prácticas arcaicas del juramento en el código de Gortina y finalmente explora los juramentos en Atenas clásica realizando un exhaustivo análisis de los juramentos que se realizaban en los juicios—durante los discursos pronunciados ante el tribunal—, los juramentos de los árbitros, los juramentos en casos de homicidio y por último los juramentos de los jueces en las competencias dramáticas.
En el capítulo 6, Sunomosiai, Sommerstein analiza los registros de conspiraciones en textos griegos, señalando que el término sunomosia, con el tiempo y en la mayoría de los contextos, comenzó a indicar el sentido siniestro de un juramento hecho colectivamente por un propósito ilegítimo.
En el capítulo 7 “Volviendo a unir a la ciudadanía”, con que se cierra esta primera parte, Sommerstein centra su atención en los juramentos de reconciliación cuya evidencia se encuentra en los siglos V y IV, sobre todo en Atenas. Ningún juramento de reconciliación, señala el autor, podía ofrecer una garantía total de que las facciones mantendrían la paz pero al menos ofrecían una garantía mayor que la que hubiera existido de cualquier otro modo.
Bayliss, luego de una breve introducción, da comienzo a la segunda parte de este volumen. En el capítulo 8, “La formulación y el procedimiento de los juramentos interestatales” Bayliss analiza los juramentos hechos por individuos y grupos que representaban a los estados griegos. En el mundo griego, tal como señala el autor, los juramentos eran una cuestión central en todos los acuerdos interestatales significativos. La primacía de los juramentos en estos acuerdos es clara durante los períodos arcaico y clásico: eran cruciales en la formalización de las alianzas militares (tanto bilaterales como multilaterales), los tratados de paz (también bilaterales y multilaterales), y treguas en el campo de batalla. Luego de estas primeras consideraciones, Bayliss estudia la formulación y el procedimiento de este tipo de juramentos. Examina en primer lugar los rituales involucrados en un intercambio internacional, cuya descripción más clara aparece en el relato de Homero en el que se describe la tregua entre los griegos y los troyanos para facilitar el duelo entre Menelao y Paris. Este tipo de rituales, apunta Bayliss, se acompañaban comúnmente de sacrificios, libaciones, maldiciones y el estrechamiento de la mano derecha (dexiosis). A continuación, examina la intervención divina y el castigo a quienes no cumplían sus juramentos, para lo cual analiza el relato de Tucídides de la paz de los treinta años de 466/5.
En el capítulo 9 “Los juramentos en las alianzas” Bayliss señala que “todas las fuentes utilizan el término summachia, que significa “luchar juntos”, para describir las alianzas. Esta terminología resalta la verdadera naturaleza de estos acuerdos jurados, que básicamente eran un acuerdo para pelear juntos” (p.186). En este capítulo se destaca el aporte de L.A.Kozak quien examina el juramento de Platea—juramento prestado por las poleis griegas en alianza contra los persas antes de la Batalla de Platea en el 479 a.C. Luego Bayliss analiza las cláusulas anti-engaño—que eran cada vez más comunes en el siglo V y fueron mejoradas con el agregado de calificadores extra (“sin daño”), o (“con justicia”)—, y las cláusulas de defensa mutua. Seguidamente hace hincapié en un tipo de juramento significativo, como lo es el de tener los mismos enemigos y amigos, citando como ejemplo la llamada Liga Delia, un sistema de alianza fundada bajo el liderazgo ateniense en el 477 conocida como “los atenienses y otros aliados”. El estudio de los juramentos intercambiados por Esparta y sus aliados peloponesios y una tabla con la cronología de los principales sucesos de Esparta entre los años 479-446 a.C cierran este capítulo.
En el capítulo 10 de esta segunda parte “Juramentos en tratados de paz” Bayliss estudia los juramentos que se prestaban para cesar las hostilidades y evitar que volvieran a ocurrir. Había dos tipos de tratados de paz que eran comunes en las relaciones internacionales griegas: las treguas que se hacían antes, durante y después de las batallas, y los tratados de mayor duración. Ambos tipos eran conocidos como spondai. La poca información que se tiene sobre este tipo de juramentos, tal como apunta Bayliss, sugiere que el proceso de formalizar un tratado de paz era bastante similar al de formalizar una alianza, con declaraciones juradas, sacrificios, libaciones, y la invocación de deidades apropiadas como testigos. Se destaca en este capítulo un nuevo aporte de L.A. Kosak quien dedica su atención a la paz de Nicias; Bayliss, en tanto analiza luego la llamada “paz del rey” del año 387/6—un tratado de paz jurado entre los espartanos y sus aliados por un lado, y los otros estados griegos que no estaban aliados con ellos por el otro—y finalmente cierra este capítulo con una breve consideración sobre la paz de Filócrates.
En el capítulo siguiente “Treguas en el campo de batalla” Bayliss dedica su atención al estudio de las treguas que se realizaban mientras que ambos ejércitos estaban en el campo. Estas spondai incluían treguas para recoger a los muertos, ceses del fuego para terminar sitios prolongados, y tratados para detener las hostilidades sin la necesidad de una batalla. En contraste con las spondai mencionadas en el capítulo anterior, estas treguas eran acuerdos ad hoc efímeros. Esta es la razón por la cual existía, según señala el autor, un gran potencial para el engaño.
El capítulo 12, “Los juramentos y “los bárbaros”, a cargo de I.C. Torrance, cierra esta segunda parte. El interesante aporte de Torrance radica en ofrecer una nueva interpretación a la percepción que los griegos tenían de los bárbaros. Tal como señala el autor “La representación en las fuentes griegas clásicas de las actitudes de los extranjeros en relación a los juramentos refuerza un sentido de experiencias compartidas y demuestra que los griegos percibían que otros tenían la misma comprensión de los juramentos que tenían ellos mismos. En el contexto de los juramentos, como en otras áreas, los griegos respetaban y admiraban a los individuos y las comunidades basándose en sus acciones, sin importar su identidad étnica” (p.307).Tanto en el ritual como en la manipulación inteligente del lenguaje del juramento, Torrance señala, de acuerdo con lo que sugiere la evidencia, que los griegos consideraban que los extranjeros eran muy parecidos a ellos en su forma de prestar juramentos solemnes y evitar el perjurio.
Seguidamente, y a modo de conclusión, Torrance afirma que según las fuentes griegas, sin importar la identidad étnica, las actitudes apropiadas hacia los juramentos y el perjurio son bastante generales. La manipulación del lenguaje es una táctica justa siempre que no se viole ninguna declaración jurada y que todas las naciones desaprueban el perjurio y celebran el castigo justo de los perjuros. Por último, aclara que “las representaciones de las fuentes griegas clásicas de los juramentos y las alianzas juradas hechas con y por los extranjeros (“bárbaros”) no exponen características reales de “otredad” propuestas por los enfoques de “polaridad” o “alteridad” aplicados a las relaciones greco-extranjeras” (p.321).
El volumen se cierra con una breve conclusión (capítulo 13) en la que se remarca la eficacia del juramento y su rol crucial en la transformación histórico-política del mundo griego; siguen luego los datos bibliográficos, un índice de nombres y temas y un índice de autores y pasajes.
A modo de conclusión, señalamos que, no obstante la complejidad de su estructura que dificulta por momentos la fluidez de la lectura, el presente estudio, por la calidad de sus contribuciones, constituye un aporte realmente significativo para las investigaciones sobre el derecho griego, y, además, ratifica la legitimidad de la épica, la historiografía y el drama ático como fuentes válidas para el análisis de diversas prácticas jurídicas griegas.
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